jueves, 10 de diciembre de 2015
Tras una muy triste actuación de Pumas en la final del Apertura 2015, como aficionado, me surgen más dudas que enojos, más confusiones que lágrimas. Hoy, como yo, cualquier aficionado no entiende cómo Pumas desapareció, cómo se fue y cómo quedó en el olvido.
Se perdió ese Pumas que arrollaba a sus rivales y ganaba sus partidos en el primer tiempo. En su momento, los felinos llegaron a pesarle por encima a muchos rivales; otros partidos los ganaba con garra, lucha e inteligencia. Pero hoy, hoy pareciera que volvimos a los tiempos de Servín, de Trejo, de Carrillo.
Desde que inició la Liguilla, no comprendo cómo Fidel Martínez no corre. Olvidemos los goles y la asistencias, el no pelear un balón que perdiste, costando lo que costaste, es inadmisible en Pumas. No sé en Leones Negros o en Xolos, pero en Pumas, no puede suceder. No puedes dejar de correr un balón, no en una FINAL.
Hoy, me siento confundido, desentendido, desorientado. Veo a Marcelo Alatorre y a Gerardo Alcoba dejando cada gota de sudor en el campo, persiguiendo rivales, generando al frente, poniendo el pecho a las balas; a los otros, que llevan largo andar en el Club Universidad, ni la cara pueden levantar después del partido en el Volcán.
¿Qué nos pasó? ¿Por qué nos perdimos? Posiblemente sean cosas que el aficionado no entenderá o no sabrá jamás. Lo único que espera ese aficionado, es que su equipo se muera de algo, que luche en los poco más de 90 minutos que faltan y busque la hazaña. Bajo la azul y oro, actuaciones como la de ayer, no entran, no van. No se aceptan nunca.
A ver si poco más de 50 horas son suficientes para encontrar al Pumas que, generalizando, jugó las 17 jornadas del torneo regular.
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